Almería, a 4 de abril del 2.010
Querido amigo:
Espero que a la llegada de ésta, de donde Dios y tú sepáis, te encuentres, donde y como sea. Mi familia y yo, gracias a Dios, nos encontramos bien.
El motivo de la presente carta es para contarte un suceso que está ocurriendo, quizás solo a mi alrededor. Tengo algunos amigos, pero desde hace cuatro meses, hay uno, al que no veo. No sé si se habrá enfadado conmigo, y digo no lo sé, puesto que de vez en cuando discutíamos, aunque partiéndonos de risa. Lo cierto es que no se nada de él. Van diciendo por ahí, o al menos eso es lo que yo he interpretado, que pudiera ser que hubiese cogido las maletas para subir al cielo, pero yo no puedo hacerme a la idea de que se haya largado sin decir nada. Eso no se lo perdonaría. ¿O tal vez sí?. Creo que sí, porque a este amigo mío, todo le es perdonable, incluso la traición de una marcha sin despedida. Sin embargo, los más racionales, dicen que ha DESAPARECIDO, al igual que Lourdes, Joaquín...., y otros muchos. Ha desaparecido, con toda la amplitud, consecuencias y fatalidades que el término ofrece.
Sabes que hay personas que necesariamente necesito para vivir, mi mujer, mi hijo, mi madre...., y también la amistad, no solo de él, si no de los poquísimos a los que considero como tales.
Te puedes imaginar como está la familia, TODOS enfrascados dentro de la ignorancia sobre su paradero, y la incertidumbre sobre que medio de transporte haya podido coger. Te puedo asegurar que no es de los que compra el billete sin destino, de alguna u otra manera te enteras donde pernocta, pero esta vez no se me va la mosca de detrás de la oreja. Estoy convirtiéndome al realismo, pero no quiero.
Yo creo que tú te tienes que acordar de él, lo conociamos hace díez años, y se llama Juan Antonio. Al poco tiempo de conocerlo, el gusanillo de la amistad empezó a aflorar, y como bien sabes, en un momento de mi vida, que ya no merece la pena recordar, me salvó; en todos los sentidos en que se pueda salvar a una persona. Y ahora, que me encuentro en el mismo frasco que los tuyos, me da miedo pensar que no lo volvamos a ver. Sólo me quedará su recuerdo y cuatro fotos mal disparadas.
Recibe un abrazo de éste, tu amigo, hasta la eternidad.